REVISTA TRANSCAMION - 20/07/2018

 
Editorial.

Deslocalizados y Desahuciados.

La polémica sobre la externalización del transporte en España.
 
Una visión de conjunto.

La polémica entre empresarios deslocalizados y los que tienen a los conductores pagándoles sueldo y seguridad social en España se encona. Al contrario de lo que pretende Carmelo González, vicepresidente de CETM, la gran mayoría, por no decir que el 99% de los empresarios que se pueden llamar españoles porque tienen conductores, cuyo sueldo se paga en España están naturalmente en contra de cualquier otra externalización. Si se les quiere escuchar las empresas de más de 200 a 300 camiones españolas parecen desahuciados ante la competencia extranjera.

El debate debe tener una visión superior, con otras miras.

 
Los intereses de operadores logísticos y agencias de transporte son una cosa y la realidad social del empresariado que paga gasoil y sueldos en España es otra.
 
El problema es que a esto no se le ha querido nunca dar una visión de conjunto, y mucho menos por parte del Ministerio de Fomento, que ha obrado con esto con una enorme irresponsabilidad en los últimos 14 años. Prácticamente desde el 2004, cuando comenzó esta externalización interna y externa de los conductores, el Ministerio de Fomento, director general tras director general, ha hecho una nefasta gestión del mismo.
 
Nefasta gestión, también, por parte de las asociaciones de transportistas, que increíblemente, unas manejadas por operadores logísticos, aquellos que compran y pagan transporte más que hacerlo, y otras donde no han sabido hasta donde iba a llegar la situación, han propiciado que el problema se agrandase.
 
Estamos llegando o hemos llegado a una situación límite en el transporte internacional español y en buena parte del nacional. El problema no solo afecta a la diferencia de competitividad entre un tipo de empresas y otras, entre las empresas que pagan sueldos y seguridad social en España y las que no.
 
El problema se extiende mucho más allá, es un problema de desertificación y de parón en la reactivación económica en amplias zonas de España. Trasciende no solo al transporte por carretera sino al sector exportador agrícola español como antes le afectó al sector industrial.
 
El problema es que después de 10 años de crisis lo que se está constatando es que ni la riqueza nacional y mucho menos la renta per capita están evolucionando positivamente en muchos lugares, por mucho que queramos darles otros indicadores.
 
Amplias zonas del levante español, donde se hace una agricultura intensiva incluso bajo invernadero, con un alto rendimiento productivo, y que año tras año bate records, este ha sido muy bueno, sin embargo ven paralizada su reactivación económica, colapsado su mercado inmobiliario, congelada su población, contraída al fin y al cabo su actividad económica.
 
Aunque comparativamente a otras zonas españolas, como las regiones de Cantabria o Asturias, la situación es mejor, ya que en aquellas todavía es aún peor la contracción económica y poblacional, amplias zonas del levante no han recuperado su pujanza económica.
 
Por ejemplo, la rica comunidad autónoma de Murcia vive todavía un colapso inmobiliario en su capital de dimensiones increíbles, con docenas de edificios sin terminar y algunas emblemáticas torres de pisos vacías como monumentos que a veces parecen un "performance" arquitectónico. Su tejido comercial interior no solo no se ha recuperado sino que está contrayéndose.
 

A esto se une un fenómeno que se da en todo el territorio nacional que es el de la digitalización y la contracción de muchos negocios tradicionales por el efecto de las desintermediación de internet.
 
Lo que nos ocupa aquí no es la revolución de internet y sus efectos en el comercio al por menor, que ya son de por sí considerables y que además agravan enormemente la caída de renta per cápita y de rentas en estas zonas de España.
 
Estamos hablando de la externalización de los servicios de transporte.
 
Tenemos, además, que advertir que antes hubo, en las décadas anteriores, una externalización de la industria que se vivió también acusadamente en el levante español. Se externalizó la producción de muebles, juguetes, zapatos, de maquinaria... prácticamente las cadenas de producción se trasladaron a China, al sudeste asiático o a otros países emergentes.
 
Nunca se recuperó nuestra industria del calzado, a pesar de ser la que fabrica los prototipos y las series especiales de los mejores zapatos del mundo. Lo mismo le pasó a la industria del mueble, juguete y a tantas otras del levante español que quedaron heridas de muerte para siempre.
 
Solo la inyección crediticia, la llegada del euro, el afloramiento de dinero negro y una enorme burbuja inmobiliaria y de crédito taparon durante la década de los 2.000 los graves desequilibrios de una economía industrial que no se recuperaba y que no se ha recuperado.
 
Economía industrial que es la principal causante de que en España no se fije la población, no aumente y que incluso las oleadas migratorias pasen directamente del Estrecho de Gibraltar a Francia o Inglaterra. Como dice alguien, antes que trabajar de temporero recogiendo brócoli, la gente quiere trabajar en una fábrica de Renault en Francia.
 
Tenemos que reflexionar por qué, entonces, hace tiempo que teníamos una pujante industria del mueble, del zapato, del juguete... en todo el levante español, incluso también una pujante industria de las conservas vegetales que por la transformación tecnológica hacia el frío también quedaron arrasadas en la provincia.
 
Todo este preámbulo es para significar que la externalización que lo que hoy llamamos deslocalización en el transporte por carretera no es un fenómeno económico nuevo ni desconocido en España, ni por eso menos agudo ni de menos dramáticas consecuencias.
 
El hecho de que ahora la deslocalización del transporte se note también sobre el tejido poblacional de ciudades del levante español como Murcia es producto de una crisis, sobre otra crisis, sobre una tercera crisis.
 
No podemos esconder que las cosas no vayan bien, la incómoda verdad es que por mucho que se diga que la economía se está recuperando, amplias zonas del territorio español van marcha atrás econonómicamente, en renta per capita y en demografía; una demografía que es una amenaza enorme para esas regiones que antes eran pujantes y emergentes y con una población joven que se abría paso y que necesitaba viviendas, muebles, enseres y toda una suerte de bienes muebles e inmuebles que mantenían el tono económico.
 
La reflexión del transporte es porque este también está contribuyendo a una degradación del empleo en esas zonas de levante, por ejemplo en Murcia.
 
El problema es que que estos efectos industriales y de servicios y su externalización a países terceros no ha sido comprendida, no ha sido bien tenida en cuenta, no ha sido debatida y mucho menos abordada por los partidos políticos y las administraciones, y tampoco por la sociedad.

Mientras que ha sido tapada por el boom inmobiliario, boom turístico o boom exportador, no se han dejado ver las gravísimas consecuencias económicas sobre el bienestar de esas poblaciones.
 
De ahí que llamemos a esto una visión de conjunto, más allá de la polémica entre la amargura de empresarios que pagan sueldos y seguridad social en España y se enfrentan cada vez más a una carestía y a una ofensiva de los conductores, cada vez más sindicalizados, en contra de aquellos empresarios que se ven liberados de todas estas ataduras y que operan desde empresas en el extranjero pero como si fuesen españoles.

Para comprender el tremendísimo daño que es obviar la más mínima reflexión sobre el tema, es mejor verlo desde una posición de conjunto de qué es lo que está fracasando para que haya empresarios deslocalizados, se esté dando una externalización y deslocalización de nuestro empleo y al mismo tiempo sufran los que aquí se quedan.
 
Hay que desdramatizar las culpas de unos y otros.
 
En este desierto y de empleadores y de empresarios en el que también se están convirtiendo España, a pesar de todas las oportunidades que se supone que trae internet y toda la burbuja mediática sobre los startups, hay que ver que el empresario deslocalizado, o deslocalizador o externalizador español es tan empresario como el que está aquí pagando sueldos y empleos. Guste o no.
 
No es este un medio que se haya distinguido por ser comprensivo con los deslocalizados y deslocalizadores, pero hay que decir que en esta carestía de empleadores debemos ver como empresarios también a los que se han deslocalizado y comprender sus razones para haberlo hecho.
 
Pongamos un ejemplo como es Primafrío en la región de Murcia, malo es que Primafrío de los 1.800 conductores que maneja solo tenga radicados en España unas centenas, y hace poco no más de 30. Pero peor sería que no hubiese esa fuerza empresarial en España y, por ejemplo, el que pague impuestos en España y esté implantando una plataforma logística en Alhama, deben de ser hechos bienvenidos y observados con reflexión dentro del problema que España se ha causado a sí misma con una deslocalización y externalización primero de sus industrias y después de los servicios.
 
Hay que entender que los empresarios deslocalizados por un lado pueden haberlo hecho con un afán excesivo de lucro y, si queremos, de codicia, pero también que algunos, como es el caso de esta empresa, entienden que hay oportunidades en España para hacer cosas, para radicar industrias y para radicar nuevos servicios desde nuestro territorio; que todavía hay oportunidades para no extraer la riqueza de nuestro territorio y exportarla, pero reinvirtiendo aquí.
 
Hay que preguntarse si en vez de demonizar a estos empresarios tendríamos que haber puesto muy claro a las administraciones que los problemas que arrastran estos empresarios son los mismos que arrastran los empresarios autóctonos, que es una inflexibilidad en materia laboral, una carestía de empleados formados, un endurecimiento de las condiciones de trabajo derivadas de los tacógrafos que hicieron bajar la productividad del conductor en plantilla, un 25 o un 30 por ciento al principio de los años 2000.

Que además no solo son los empresarios deslocalizadores externos e internacionales, por así decirlo, los que operan desde Portugal o Rumanía, si no que también hay un grupo de empresarios que se han deslocalizado internamente y que no pagan sueldos ni seguridad social con ámplios mecanísmos de falsos autónomos o lo que ahora se llama cooperativas pantalla.
 
Hay que preguntarse por qué no somos capaces, en el caso de los empresarios deslocalizados externamente, de atraerles para que empleen y paguen seguridad social aquí en España; y también para aquellos empresarios deslocalizados internamente, que lo que hacen es pagar a autónomos o a cooperativas pantalla, el por qué no son capaces de generar una cuota mayor de riqueza para contribuir a la Seguridad Social de forma más amplia y no autoengañarnos, no ellos, sino todos como sociedad, con una constribuciones sociales como autónomos que son claramente insuficientes e insostenibles para la Seguridad Social.
 
El caso es que los problemas de estos tres colectivos: los empresarios deslocalizados, los externos, los internos, y los que pagan directamente seguridad social y sueldos en España han sido y son los mismos, otra cosa es que hayan tomado diferentes alternativas para afrontarlos.
 
El caso está en que lo importante es que haya empresarios y generadores de riqueza y que la riqueza se recicle lo más posible dentro del país, y si eso no se hace el fracaso es de todo el país, de toda la sociedad y de los que la dirigen.
 
Y el fracaso está llegando tan lejos como para que la extracción de la riqueza nacional hacia fronteras lejanas sea cada vez más grande y más patente.
 
En estos momentos, además, parece que empieza a titubear la capacidad exportadora española y que otros mercados como el turco, el egipcio o el marroquí van tomando el relevo sin que la capacidad agroexportadora española tome cartas en el asunto reteniendo más capacidad de riqueza y de generación de industria dentro de España.
 
Tenemos que reflexionar sobre que en los últimos años se está viviendo cada vez más una externalización de nuestra capacidad industrial, que sale de nuestras fronteras, una externalización de los servicios que damos, que salen de nuestras fronteras, y se van convirtiendo, como en una especie de cambio climático económico, en un desierto aquellas zonas más pujantes de la economía española.
 
Se necesita una política española clara de incentivación de los empleos en España, sin trampas en el solitario, porque por no haber tenido en cuenta cuestiones claras del sistema de transporte internacional, como es su temporalidad, su particularidad en cuanto a los contratos; por no haber ofrecido al empresario español una seguridad social adaptada al transporte por carretera, una flexibilidad laboral adaptada al trabajo autónomo del conductor, lejos de su centro de trabajo y de su supervisión, hemos hecho cada vez un sistema más rígido para el empresariado español, que es incapaz de saltar de las empresas de 200 trabajadores en adelante con estos rígidos sistemas de contratación laboral.
 
Estamos llegando, en las últimas legislaturas, a hacernos trampas en el solitario, con tarifas planas para autónomos, reducciones en los autónomos, estar mirando para otro lado con extensas capas de falsos autónomos o de cooperativas pantalla.
 
Por no haber ofrecido flexibilidad a los empresarios hace 15 años ahora estamos engañándonos con tarifas planas de 50 euros al mes para los autónomos, que si ya la de 300 y pico euros era irrisoria y no pagaba la seguridad social ni la sanidad, mucho menos la de 50 euros.
 
Nos hemos hecho trampas al mirar a otro lado para incentivar las cooperativas de trabajo asociado pantallas y en ningún caso se ha mirado el problema de los empresarios en su conjunto que, incluso, todo el que tiene una iniciativa, incluso el que se deslocaliza debe ser valorado en esta sociedad de una forma importante porque lo que está empezando a escasear son las vocaciones empresariales, no solo las de los chóferes.
 
Pero esto no se ha querido ver para nada y vivimos en un momento de enorme contradicciones, pero también de  un constante empobrecimiento del tejido social, por supuesto industrial y de riqueza de amplias capas de la población que no auguran nada bueno para el futuro económico y político de este país.


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