REVISTA LOGÍSTICA TRANSPORTE Y ALMACENAJE - 15/06/2016
Los errores de Rajoy en el transporte:

Vender barato Aena.

Vender barato los puertos.

Por los Fareros.



Mariano Rajoy ha tenido aciertos pero también errores garrafales, errores que permanecerán generaciones. Errores algunos oscuros e inexplicados, cuando su política ha sido por lo general dubitativa en los puertos y aeropuertos deja dos decisiones sorprendentes, inexplicables y lo peor inexplicadas. Dos decisiones que favorecen a colectivos concretos en una suerte de clientelismo que no se puede explicar. Ni se ha intentado.

Se cierra la legislatura y el balance de Rajoy en el Ministerio de Fomento se ha tornado negativo para los intereses del Estado. Una privatización de Aena del 49% por 1/3 de su valor actual y una ampliación de plazos concesionales que más que dobla el plazo de alquiler de los concesionarios de los puertos. Una venta encubierta de los puertos.

El balance de una Ministra, por otro lado, trabajadora y delicada a sus labores, se ha visto terriblemente empañado por dos maniobras muy difíciles de explicar, influenciadas directamente desde la Moncloa.

En primer lugar, el empeño de su departamento en privatizar la red de aeropuertos españoles, Aena, de forma apresurada y que ha resultado un desastre para las arcas del Estado. La red total de los aeropuertos españoles, con todos sus terrenos, espacios aéreos e instalaciones, se vendieron en un 49% tras un tumultuoso proceso de venta. Se habría privatizado el total pero se freno a última hora. De hecho, se quiso vender al principio a poderes fácticos españoles como los March (socios de Florentino Pérez en ACS) o Ferrovial (la Familia Del Pino) por menos de 30 euros la acción. Aquel intento tuvo la oposición del Ministerio de Economía, que forzó la entrada de grupos afines a Luis de Guindos, ex compañeros suyos en AB, asesoraron la entrada de un fondo de inversión ajeno a los grupos españoles citados, el fondo inglés TCI.

El caso es que en un segundo intento se hizo una oferta pública de venta de acciones hasta el 49%, logrando el Estado una media de ingresos de 58 euros por acción hoy está a 115 euros por acción, y eso que la bolsa
nada más que caer y Aena subir. El IBEX ha caído desde que empezó a cotizar Aena en febrero de 2015 un 22%.

Hoy el precio de AENA es cuatro veces el valor que se proyecto inicialmente acaba de estar cerca de los 130 euros por acción. De nada valen las disculpas de que ahora Aena gana mucho porque se sabe de sobra que el Gobierno sabía cómo iban a despegar los resultados de la misma. Claramente un caso de información superior, en este caso del Estado, que sabía de sobra lo que vendía.

La herida de Aena está ahí y va a supurar todo el tiempo que Aena siga aumentando de valor, porque el valor de todos los aeropuertos españoles, con sus terrenos, cientos y miles de hectáreas afectadas por el dominio público aeroportuario, kilómetros cuadrados de espacio aéreo y de vuelo afectados, se vendieron a un precio que el mercado va a ir demostrando que fue pírrico. La denuncia del caso Aena y el sonrojo para los que la vendieron es su mismo éxito en bolsa. Y mientras que la bolsa española cae, y algunas veces de forma brutal, alguien está comprando más acciones de Aena a pesar de que pueda venir Podemos o Las Mareas. A estos inversores les da lo mismo ese riesgo porque saben que Aena vale todavía mucho más.

Un serio asunto que traerá mucha cola en el futuro.

El segundo error de Rajoy ha sido un caso similar pero con los puertos españoles. Habiéndose transferido la gestión de los mismos a las Comunidades Autónomas, la agenda de la legislatura no le permitía hacer una maniobra de consolidación de los puertos en una Aena portuaria. Faltó valor y faltaron inversores, es decir, las navieras, que estuviesen dispuestas a pujar por un ente portuario español sino estaba claro todo su entramado societario, pero han entrado por la puerta de atrás. Maersk se ha hecho con el control de varios puertos por la insignificante cifra de unos 400 millones de euros.

Así las cosas se eligió, en principio a espaldas de Puertos del Estado, escenificar la presión de los concesionarios de los puertos para que se les diese una moratoria por causa de la crisis. El hecho es que un par de inversores como los chinos de Hutchinson habían hecho elevadas inversiones junto antes de la crisis. Estos pedían un pequeño alivio de seis o siete años de ampliación de la concesión para automáticamente aumentar el plazo de amortización de las inversiones y reequilibrar las cuentas con unos menores ingresos derivados de la crisis.

Pero para sorpresa de propios y extraños y de los mismos peticionarios, o al menos de alguno de ellos pero no de otros, el Gobierno propuso y legisló la mayor ampliación de plazos concesionales de la historia de España. Así, las concesiones que en España venían a tener un techo de 35 años de plazo, pasaron a los 75 años. Los cuadros medios de los puertos, los no politizados, vieron eso como la rigidización durante generaciones de la Administración portuaria. Como una medida tan discrecional iba a ser un escándalo jurídico, Hacienda puso peros para no verse implicada, como pasó con Aena, en un tema del Ministerio de Fomento, al menos de cara a la galería con una fórmula que tapase el escándalo.

Así se llegó a la enrevesada fórmula, que todo lo aguanta el papel que para acceder a las ampliaciones, se tendría que invertir una importante cantidad de dinero. Esto se hizo mediante una fórmula que luego quedaría en papel mojado. El hecho es que esa ampliación de plazos concesionales excepcional, y a la que departamentos del Ministerio se opusieron por ser beneficios concesionales impropios y dados arbitrariamente, se hizo ley y comenzaron las peticiones.

Curiosamente los primeros beneficiarios han sido puertos deportivos que ya me dirán ustedes cuántas inversiones a largo plazo tienen que hacer, salvo las de renovar la caja que ordeña a los usuarios de los puntos de amarre.

Pero es que ahora se va revelando que la fórmula y las pretendidas inversiones de más de 1.400 millones anunciados como cobertura, pueden quedarse en nada.

El papel lo aguanta todo y uno puede presentar las inversiones que quiera sobre el papel que después, como ha pasado muchas veces, puede que no se hagan  o si se hacen, sean las convenientes y que se iban a hacer de cualquier forma y manera. El caso más reciente es cómo la terminal de Málaga, en dificultades y en propiedad de la barca Morgan, ha visto ampliado por diez años su plazo concesional a pesar de haber trasladado las ocho grúas de más calidad al puerto de Valencia y rumorearse que eso supone una desinversión de unos 50 millones de euros.

Estos dos casos muestran la peor política que podía haber hecho un partido que se llama liberal, que son dos privatizaciones encubiertas al margen de los administrados, de los contribuyentes y de sus representantes.

Dos errores que permanecerán en el tiempo y que van a dar crédito a los opositores al sistema de libre mercado por dos maniobras políticas sin fundamento y que pueden acabar, incluso, en los tribunales.

Penosas utilizaciones de supuestas políticas liberales que con estas maniobras solo se las desprestigia.

El peor favor que le puede hacer un gobernante es enturbiar el mercado desprestigiando al sistema de mercado.


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